jueves, 2 de agosto de 2007

ENSAYO SOBRE FRACTAL (por: su servidora, g. vega j.)

La experiencia es un una danza violenta sobre lo desplegado fractalmente (“Existencia”), danza cuyos movimientos están gobernados por inconmensurables variables o influencias, internas a la fractal, y que constituyen variaciones de foco respecto de ésta, permitiendo experimentar lo diverso de cada tramo de lo infinitamente reflejado, que es en efecto diversidad ilimitada, aunque lo reflejado sea lo mismo. El gato me rasguña la cara, la luna está llena esta noche, son tramos, fragmentos de una sección de lo desplegado fractal: (Fig.)

Y lo reflejado según un orden caótico –máxima dispersión en el despliegue, en todas las perspectivas y direcciones posibles del reflejo-, no es, desde luego, una forma base o un objeto. Es vibración. La vibración se refleja a sí misma, desplegándose fractalmente, sobre la ausencia de vacío. La ausencia del vacío es el espejo –en presencia de vacío, ausencia de existencia, porque el vacío es total y no parcial, sólo existe de este lado en tanto que posibilidad latente más allá de lo existente manifestado. Si hubiera vacío, la vibración estaría (“no estaría”) en la fase previa a la primera emanación del árbol de la vida, Kether, es decir sería la no existencia, más allá de los tres velos, lo ilimitado, la esquiva Nada.

La ausencia de vacío refleja la vibración en todo el despliegue de lo posible –que ha de estar dado más allá de las fronteras perceptivas del ente humano en particular. De ahí la ambigüedad, casi falsa, de lo imposible. Esto vale no sólo en el limitado sentido gráfico con que uno tiende a representar mentalmente un reflejo fractal (espacialmente), sino también en los niveles de las dimensiones de intensidad. Por ello la materia es un tramo de los reflejos desplegados, y sin embargo, no se gana nada para el conocimiento sabiendo que es vibración la que se refleja, ya que su secreto consiste en lo mismo infinitamente diferente; ningún tramo de la trama podría explicarse o comprenderse sólo por el recurso de saber la vibración (Einstein sabía que fundamentalmente “algo se mueve”, pero tuvo que crear sendas teorías para explicar el universo físico), pues lo que atañe a la experiencia no es este fundamento, sino el misterio fabuloso de su despliegue, que crea la diversidad absoluta a partir de lo mismo (Dios, como en Rilke), cruzada aquí por el tiempo, que no es sino una función de sus despliegues en direcciones de intensidad: esta casa no es la misma que hace una hora: otro pájaro canta en el árbol frente a ella.

La experiencia de la Ley de Semejanza atañe al observador que es colocado por la danza de las influencias o variables innumerables frente a un tramo de la trama que permite captar una zona del reflejo en una manifestación de su duplicidad inmediata de lo mismo: (Fig.)

La danza no nos mueve en forma continua por la fractal, sino en forma fragmentada. Por eso no se da siempre la experiencia de la Ley de Semejanza; las influencias pueden llevar de un tramo a otro, saltándose los intermedios; los intermedios constituyen universos paralelos: reflejos de lo mismo en una dirección que escapa a la experiencia. Esto, en el ámbito individual (tú, cuando no estás en mi experiencia, universo paralelo), se ve aminorado por el universo colectivo de los seres comunicantes (Comunidad, cultura), otra cosa claro está.

Las variables o influencias son inefables, ya que se generan en el mismo despliegue de la vibración reflejada; en la experiencia que se expande o contrae y va expeliendo influencias, como la energía liberada en las colisiones de partículas subatómicas –cada vez que una nueva partícula se crea, se libera una fuerza que hará de influencia en otro tramo de la fractal, y así con cada nuevo reflejo o creación de extensión fractal, espacial o en direcciones de intensidad: fuerza que se libera, fuerza que se absorbe, transformando (las inconmensurables causas). Pero hay un rango para el observador. Su rango le permite la experiencia de lo diverso dentro de un margen de regularidad dado por lo irregular: la experiencia de la Ley de Semejanza. Lo diverso es lo regular; ahora bien, percibido así como regular, es lo irregular de la danza misma: requiere de una perspectiva más amplia, de una experiencia de fragmento más ancha, que se da raramente. En el caso humano, se da constante en la dirección de intensidad “tiempo”: es la dimensión más ancha, por tanto la más continua de la danza para el ente humano; esta única (o principal) dimensión de continuidad, anchura del tiempo, nos hace ser observadores a la manera que lo somos. Pero cualquier extensión temporal permitirá al menos un atisbo de semejanza (jamás igualdad). En la vida humana, en tanto extensión temporal, cabe la experiencia de continuidad de las estaciones del año, pero el invierno seguido de la primavera no constituye una manifestación de la semejanza para un insecto que vive cuarenta y ocho horas, pero sí lo constituye, para él, el que a la noche suceda el día y al día la noche. En la vida individual, se observará la regularidad y semejanza en la naturaleza y la biografía; en la vida de la especie, en la asimilación de la historia. Hay tramos del despliegue, cabe pensar, que no se dan en el tiempo, y sea lo que sea lo que estos constituyen, la continuidad les puede estar dada por otro foco ancho (pero, ¡¿a quiénes?!).

El rango del observador está dado por el hecho de que él mismo constituye un tramo específico de la trama. Un observador constituido en un pliegue diverso del humano, tal vez verá la semejanza en la muerte y nacimiento de las estrellas, sin notar en absoluto el ciclo de las estaciones. El rango del observador sólo puede darse autorreferencialmente, moviéndose en la trama que lo constituye. Cada individuo–tramo del género-rango es un subrango del rango. De allí que todos los humanos compartamos una experiencia común del mundo –las estaciones del año-, y a la vez una experiencia absolutamente diversa y particular del mundo –biografía, subjetividad, la Idea Propia. El mundo en común es rango del género-rango. El rango individual es rango del individuo-tramo. El rango también muta: evolución humana
[1]. El rango total de lo desplegado fractal (Existencia, Totalidad) es “limitado” y a la vez infinito –en tanto que agota lo posible, excluyendo lo imposible- en un punto dado del despliegue, pero su límite es el que presenta al momento (para el observador o especulador), y que es continuamente ampliado por la expansión o contracción del reflejo en la ausencia de vacío, ergo, el límite es falso en cierto modo, fuera de la conciencia diacrónica/sincrónica del animal del tiempo (la contracción como un modo de expansión, ciertamente, donde la Ley de Semejanza comienza a hacerse cada vez más habitual). Es como si la existencia fuera ganando continuamente terreno a la no-existencia, como una luz que desde un centro fuera iluminando la oscuridad ilimitada circundante. Así, lo posible es cada vez diferente, pese a que en todo momento es infinito, porque lo imposible no está contenido, sino por contenerse, en el movimiento del reflejo. El rango total es siempre infinito y siempre expansivo (aunque sea en forma de contracción, quepa esta posibilidad pues): infinito porque los rangos, (que en el caso de la experiencia dependen de una posición del foco donde lo ha situado la danza de las influencias: experiencia individual: posición del observador en la trama; experiencia genérica: momento de la expansión del género-rango) siempre son modificables por las influencias que mueven la danza por los segmentos infinitos (infinita divisibilidad de los números enteros). Expansivo, porque la ausencia de vacío –posibilidad y efecto de lo desplegado fractal, o sea, Existencia; continuidad del campo electromagnético, en términos físicos-, sólo puede ser en el movimiento que perpetúa el reflejo, o que eventualmente lo traga. No hay inmovilidad, ella contradiría todo. Ergo, las cosas no son banales, y no hay propiamente cosas, sólo movimientos de diferentes frecuencias de la vibración reflejada, en tanto lo mismo sólo puede manifestarse como diverso, no hay reduccionismos ni esencialismos que valgan. Aquí, la existencia negativa aparece como lo mismo-mismo, y la existencia positiva, como lo mismo-diverso, esto último es lo que compete al conocimiento, por tanto, saber la vibración no constituye conocimiento; éste tiene que ver con la particularidad de los tramos de la trama de lo mismo-diverso, de allí que no haya, en macro términos, verdades ni principios generales.

Aunque el todo –lo mismo- está en la parte, y la parte –lo diverso- en el todo, el todo no explica la parte, y el todo no es cosa que quiera o pueda explicarse. O sea, la parte se explica por unas tendencias que le son propias, según la posición denominada experiencia. A modo de ejemplo, saber la vibración no explica lo social ni el código genético, ni lo social explica el código genético o viceversa. Lo mismo tiende a no servir para el conocimiento, porque lo mismo “en sí” es incognoscible, ya que sólo se manifiesta ante el observador como diversidad, lo mismo reflejado fractalmente, que se caracteriza por contener tramos observadores, por lo visto. Lo mismo-mismo, repito, es incognoscible, por ello el conocimiento se encuentra siempre en referencia a tramos de lo mismo-diverso, donde cada tramo es una “totalidad” (para la experiencia) cuya naturaleza es única, y debe mirarse en su especificidad.

El saber la vibración no es conocimiento, es Saber, -es Otra Certeza, no es del ámbito del conocimiento. El animal humano en su presente de género-rango, ha ampliado su rango mediante la creación de instrumentos de observación que modifican la anchura de rangos que no le están dados de antemano como rangos anchos (telescopios, microscopios, rayos x, etc.). Sobre todo, las cosas no son banales, no puede haber banalidad.
[1] El ser humano no es una condición estática, sino un momento del género-rango. La expansión de la fractal no se da sólo en los bordes, sino en cada tramo de la trama simultáneamente, creciendo hacia donde antes había existencia negativa, rajando siempre los velos, creando existencia (ausencia de vacío) en la presencia de vacío. Los límites internos de la trama (tramos), están dados por brechas de continuidad: para el humano, el tiempo; para las piedras (materia), la consistencia o solidez, que, se sabe, es una velocidad de la vibración.