jueves, 26 de julio de 2007


Fue domingo en las claras orejas de mi burro,
de mi burro peruano en el Perú (perdonen la tristeza).
Mas hoy ya son las once en mi experiencia personal,
experiencia de un solo ojo, clavado en pleno pecho,
de una sola burrada, clavada en pleno pecho,
de una sola hecatombe, clavada en pleno pecho.

Tal de mi tierra veo los cerros retratados,
ricos en burros, hijos de burros, padres hoy de vista,
que tornan ya pintados de creencias,
cerros horizontales de mis penas.

En su estatua, de espada,
Voltaire cruza su capa y mira el zócalo,
pero el sol me penetra y espanta mis dientes incisivos
un número crecido de cuerpos inorgánicos.

Y entonces sueño en una piedra
verduzca, diecisiete,
peñasco numeral que he olvidado,
sonido de años en el rumor de aguja de mi brazo,
lluvia y sol en Europa, y cómo toso ¡cómo vivo!
cómo me duele el pelo al columbrar los siglos semanales!
y cómo, por recodo, mi ciclo microbiano,
quiero decir mi trémulo, patriótico peinado.


César Vallejo (1892-1939) de "Poemas Humanos"

lunes, 2 de julio de 2007

De un lado y de otro (2003)

Decencia sobrando, quería decirte que escribiéramos aberraciones
Alambrados bajo los árboles impíos del sol, soportados por el río
Blandeado de barros tuertos que ahogaron otras ánimas necesitadas de allá arriba
Borregos descarnados que en sus entrañas manifiestan el necio ser de destruir
Caen huesos, son en desuso por otros portadores
que habrán de labrar tierras de frutales abismos allá lejos
¿No hay un mundo otro, un rincón planteado, que nos acoja en su mirar?
¿Una estepa sola, esmirreada, guardando el germen de un renacer constante y público donde posponer estas cadencias?
Los caídos suman muchos, con sueños entumidos que arrasaron sus pestañas de mar
Navegaron por deserciones inmensas, caligrafías del odio que los instigó hacia la muerte antes desconocida
Las músicas fabulosas que sonaban, apagadas, humearon hacia dentro, tiznando desazón
Calamitando ojos de estrella que apagaron su mirar enardecido en el son de una condena impuesta
¡Cuántas horas de ira, cuanta vergüenza, impaciencia de sendas desandadas, pérdida de ilícitas proporciones!
El silencio tomó lugar en esos labios

Unos pinos cayeron al mar
¿Viste cuan sinuosas eran sus opciones por escapar de aquel destino?
Un reviente que no les implica se impone sus pieles
Y van, flotando, hacia el desdoble del fondo fresco
Porque guárdanse secretos, pómulos, estiércol y elíxires
Bajo este callarse andando racionado en cajas de reservas de mediana caridad
Humus que efervesce en cada gota de tiempo aprisionado que habrá de saltar
Y por la otra borda, intocada, dar estocada fatal al animal del orden
Continentes verdes se van desdibujando, sus contornos reclaman una
escena de dignas reverencias, otorgadas sin medidas ni nombrecitos que le suenen
Sarpullidos de su estela que marcó gargantas santas y sedientas, condenadas a desiertos
que no les respondían
Cuerpos incautos, desgarrados sin matices por sagacidades de mediopelo
Inviernos recordados entre los dedos, deshojados de tanto extraérseles calores que ya no abrigan
Invitaciones de puertas cerradas que esconden laberintos de inimaginadas perdiciones
Y entre sus pétalos, el amor hermoso de los próximos sonrientes, los benditos...

...
Pero no. No volveré con las sobras. Volveré con los hermanos tormentosos,
ráfagas de vida, destrabadas insistencias en lo cierto,
Volveré con esas hojas renovadas, acariciadas en lo escueto de un desliz
Briales para las setas, para las altas pequeñas duendas que ocultaban su roja sangre en tu vestido de satín
Caravanas de derrames enconados al pasar por un enclave
donde fueron liberados los demás
Sus ropas aún humean ante el alba gris, la oculta tras los montes
Sedas y coronas que sus valles escondían
han florecido por doquier
Aún se escuchan las risas, los gritos del hambre saciada,
Las alabanzas devoradas al no poder más de contento y resplandor
El rosa, el púrpura explota, los matices de violeta hacen rondas de verdores insaciables,
cadenciosos y cercanos, puedes tocarlos, si tienes la idea de ir allí,
Porque la piedra te había señalado, ellos lo vieron cuando recelaste de sus magras intenciones
Ve con ellos
Venera y danza
Nunca va a acabar


Las oscuras tinieblas abrieron derrumbes
que otros habían labrado para señores de saetas venenosas
En sus entrañas abiertas, donde esperaban hallar tesoros, vieron cadáveres de hombrecitos tiernos del ayer
Húmeros antiguos molidos recorrieron su codiciosa desazón
Lloraron amargo reproche
clavando su espada sobre costillas nobles que duermen sin variar
Al caer la noche, hordas de mujeres desnudas han venido a acariciarles,
ofreciéndoles un perdón no solicitado
en rumoroso secreto al oído, con un halo de promesa para sus corazones espurios y tiranos
Las mujeres recorrieron los alrededores, orinando oro claro que germinaría
vendimias de pureza en un tiempo añejo que vendrá
La más transparente, bella y dócil, cortó sus cabellos de esmeraldas insistentes
y depositólos a los pies de los salvajes, sin ruegos ni pregón.

Es belle tu
Cabecitas de indios jíbaros convertidas en yogurt
Es rico
Como nadar entre jaguares y volar con caimanes noctámbulos entre esporas
Adivinando los designios de miserias porvenires
Encorvándose en lugares que están en lugares que tú no viste
Y que ya nadie podrá ver...

Pero... ¡No!... ¡Allí vienen!
Son otros, los mismos, los animados desinvitados
Faltaron a la fiesta porque no les avisaron
Se encontraron en esquinas erróneas con retratos hablantes de delictivas sorpresas
Vagaron por arenales, largos y ajenos al mar, caracolas manchadas que asemejan basuras
Confundidas por bolsas de desperdicios ocre
Donde nadan pequeños hijuelos de pelo macramé
Enamorados de polillas que se atascan entre sus dientes
Y se ríen
Haciendo brillar nasales secreciones al ascenderlas a un nivel de nueva lomitud
Mejilla donde el sol lo alcanza y lo pone seco en lugar de pegajoso
Lo vuelve costra que se hace digna en el contacto mamífero con beber
El calor está que revienta
La madre, allá lejos, se ha ensuciado un poco con sangre

La moña estirada acarrea dolores sobre mejillas escondidas
Es de indio tener los huesos altos en la cara
Ahora se llevan los exotismos, pero eso no está bien
Ya va a pasar, son cosas de los zafados que creen que U.S.A. es Europa
Esta gente tan rara que viene llegando, desde el balcón los veo, traen globos,
Traen caleidoscopios fijaté,
Traen vitrales, como se dice, vitróx
Andan con un loquete de barba larga blanca diciendo cosas guerrilleras
Suenan como esa comida rara que me invitaste la otra vez te acuerdas
Wañowañowañowa
Andan con remolinos, de los mismos que venden en el cerro, qué picante

Mira, yo no les creo nada
Pero está bueno que se crean ellos a sí mismos por lo menos
No hacen ruido malo
Ni hacen ruido bueno
Múltiplos de uno
O múltiplos de cero
Eso es más denso

Magna dama, tu silla está un poco ajada, pero la señorialidad no se basa en tonterías
La sangre que te cuesta recortes de diarios viejos te potencia la elegancia cuando duermes
Eres tenue
Tu universo terminó en consignas viejas que clamabas con desgano
Ahora recuerdas
Los vestidos infecciosos que lucían tus rivales
Labiadas cabalgatas que te contaron ciertos abuelos de renombre
Vaqueros entronados en la zarza de poder cortar cabezas
Pobres lesos
Una tarde creíste en lo sublime cuando el destino te agenció los ojos claros
Cuya carencia propia te afectaba
(siendo que mendel te sumaba posibilidades)
Los viste surgir cuales soles por la ventana del augurio
Matrimoniables y destacados, eran tuyos o nada
Te harían guaguas de vergüenza, rapidito y en silencio
Bajo sábanas emanadas de manos que despreciabas al pasear por las delicias
Las mismas que restaurarían el orden a la mañana siguiente:
El orden que gobierna el Dios, amigo cómodo de tu aristocracia solitud
Confidente impío de quejas negras
Tu vida
Atrapada en la ceguera especial de una buenafortuna incuestionable
Degollar lo que venga, obtener lo que se siente correspondido y propio
Qué importan las amigas tontas, las lealtades y esas cosas de los bolcheviques
Con sucias tretas, límpidas en tu parsimonia
Obtuviste el aburrimiento perpetuo que legitimó las largas horas de sofá y perrito
Quién te va a venir a decir nada a ti
Quien
Si no hay nadie

Hoy son los vestigios. Extrañar un esplendor que inventa la memoria
La compensatoria aliada de tu estirpe descorazonada
Bestias sin sangre
Ocultamiento, dependencia
De un lado y de otro, sin embargo, la humanidad
Esa bastarda horda de animales que no te incluye
De un lado y de otro, las manos que hacen gestos soñados
Y elaboran modos nuevos de desmontar el hastío
Ajenas como el trueno, temibles en su extrañeza primate que deslumbra
Cuánto ruido hacen
A estas horas, esa bulla te vuelve mortal
Y no hay quien herede tus honores, desgranados hoy en precios
Te vas, se va la división binaria de ser lo uno o ser lo otro
Y queda la inmensa soledad de no tener un hueco en la crónica de los milagros
Cuando lo que importa, con suerte, es que la sonrisa resplandezca
Reflejando el sol, testimonio de grandezas y caídas inefables
Hacia las que vamos, rotando, ciegos y asustados
Como costras de la selva sobre el caudal negro
Que se precipita en catástrofes hacia el absurdo

Pero lo indecible, ¡ay!, lo indecible
Rumor de castas que no se topan con lo visto
Recuerdos apagados de seres altos y magníficos, movidos por un ansia que no asemeja
esta avidez enferma de succionarlo todo
Movimientos en la paz absoluta de una polaridad sin matices
Primeros días tras la traición de los más hermosos demiurgos
Estruendo luciferino que desata el florecer de una certeza
Una que no se reconoce en el borde exacto de cosa alguna
Pero que animó un día la celebración sobre la Tierra
La inmensa epopeya de los antiguos, hijos dignos de la alta gracia
Carne sacrificial y olorosa, cuerpos dedicados a la esperanza
de un esplendor que nos recobra y nos despierta, sobre su vientre, alucinados.

domingo, 1 de julio de 2007

Infancia (2005)

Es entonces revivir el borde gris de la acera
Donde las aguas del riego de tarde se confabulaban para imitar al río
Nebulosa de plata naciendo, sin esquemas, retorna
Re - volverse necio y tenue, no saber otra cosa que las verdes hojas
Y su vegetal delicia revelando
Luciérnagas ajenas a la conciencia
Sin comodidad extasiante, y también lejos lo doliente
Mortandad plausible semejando una corona angélica
Las astucias desimplican de inmediato vanidades
Porque no se trata, en caso alguno, de ganancias
O de méritos
¿Qué se gana cuando la bola cristalina se apega al tronco
y no revela amplificada otra cosa que pasadizos habitados por seres inimaginables,
pero igualmente vivos?
¿Qué se gana?
Un crepúsculo pletórico de sabores
Pero tan distante del placer o la desgracia
Honda conmoción sin ideas ni fatales sorpresas
Qué común lo extraordinario,
Tan profundo en su despliegue
Y a la vez, tan febrilmente cotidiano.
Es curioso
Lo más alto de la divina gracia en ese entonces
No merecía aún el desvelo atormentado que, más tarde,
Llegaría a transformarse en la más cruenta –pero única posible- vía de retorno
a su dorado pecho
Lo más sabroso del paisaje abierto
No provoca ni evoca el hambre
No se tiñe de urgencia ilusoria
No acobarda ni se revela
En despliegues de deseos y añoranzas
Lo impecable de aquel aire cargado de milagro portentoso
No esclaviza a la suntuaria voluntad que ahora quiere
Torcer lo delicado en pos de inevitables desarraigos
Hubo algo
En cada llana estadía
Y en cada oblicua excepción
Que desterraba la duda y convocaba la espesa plenitud
Hubo algo en las noches celestes
Y en las relucientes jornadas del sol áureo
Que correspondía a la medida de lo perfecto, sin excusas ni sospechas
Algo en la campana veloz del que hacía retornar la estival dulzura
Algo en el ritual ígneo del abuelo hermoso que ya no sostenía las palabras
Algo en el camino noctámbulo que nos conducía continente arriba
Cada vez más lejos de lo certero amado
Y cada vez más cerca del paisaje de los astros que callados
Comunicaban cada brizna de lo inefable
Y en la más usual de las jornadas
El jolgorio de un mundo inclasificable podía entregarse
De tal modo que los ojos, las rodillas y las reverencias
Se embrujaban en la encendida paz de ese secreto:
Secreto que no es mío, sino de esa lucidez suprema, innombrada
Secreto de la copa baja, amable, de los árboles
De un acantilado cuya magnitud rebasaba los tamaños
Y las futuras desgracias del pequeño, tierno cuerpo
Secreto abierto, pero jamás revelado
Accesible, mas nunca explicable
Cada tramo, cada aspecto de las cosas
Reanudaba esa totalidad ahora esquiva
Y el aroma explosivo del mar que estrella en las rocas
Y baña con su bautismo salino a los paseantes
Allí, ese ser indudable, canal de eternidades siemprevivas
Apoya su piel de ágata sobre los muros
Y reconoce en el más burdo asfalto
La sombra que le corona, angélica, sonriente
Revela la inocencia sin valoraciones ni ventajas
Capaz de encontrar un reflejo mísmico que, con la historia, se volverá señal al corromperse
Porque no había indicios
Y menos símbolos
En aquel jardín mitológico donde germinó lo verdadero
El vestido espumoso, las humillaciones del ancho mundo
Las noches en que, al levantar las tapas, revelaban bajo el abrigo una luz inesperada
Y esta mano testimoniando
Misionera incomprensible del retorno
Esta mano y esta pupila negra
Abalanzándose sin saber pero sin treguas
Hacia la patria falsa de los anhelos
¿Qué, de lo que hay ahora, estuvo presente entonces?
Todo, supongo, bajo la forma de semilla
Aunque nada de esto hubo, realmente
Ni juicio alguno ni certeza
Ni voluntad alguna ni mentiras
Ni autoritarios propósitos esclavizantes
Ni euforia ni miseria
Ni preguntas ni respuestas
Ni esplendores que trascendieran el saber las hojas
Y la frecuencia que estalla en su color
Las copas de los hogares arbóreos
Los fuegos encendidos en la roca
La entereza de una vida alucinada, aunque inconsciente
La esplendorosa fábula del viento abierto
Que hoy nos tienta con su inmaculado peligro
Para acunarnos otra vez en su pecho.

esta y no otra copa (2005)

Tantas veces tomar esta, y no otra, copa.
Imaginé resoluciones inmundas para el carácter del mundo.
Hasta hoy, recomencé. No creyendo y creyendo, sin embargo,
las más necias nociones.
¿Qué cambió? - La inconsciencia.
¿Qué hacer? – Indecentes intentos.

Todo concurre sin atender a la lógica.
Pero es tan razonable lo amargo,
que dormir en engaño es milagroso y fatal consuelo.

¿Es de tarde afuera, entrañable mirada?
Relátame la textura que te regala ese cielo.
Acerca el latido a la dorada inclemencia.
Ofréndame la frescura del pozo,
reflejo benigno de un estrépito azul.

Una oscuridad tan previsible y estrecha.
No alcanzar jamás aniquilación ni respuestas.

Tiempos múltiples e irreductibles tocan la esfera.
La propia lucidez burla la ineptitud de este tiempo,
algo se parte, y la fractura inaugura un esplendor equivocado.

Tú, inconmensurable océano, ¿retienes la mancha de
las ineludibles transformaciones? ¿Es sólo condena este tránsito,
o el sentido mayúsculo se apresta a emerger tras la noche?
¿hay moléculas convocadas que completarán el despliegue,
o el color de la sangre se diluirá en líquido absurdo? ¿Pueden
la fiebre y la fe desfigurar las sentencias? – Todo sigue su curso,
y la voz que interroga palidece ante el árbol, la lluvia, la selva.