Tantas veces tomar esta, y no otra, copa.
Imaginé resoluciones inmundas para el carácter del mundo.
Hasta hoy, recomencé. No creyendo y creyendo, sin embargo,
las más necias nociones.
¿Qué cambió? - La inconsciencia.
¿Qué hacer? – Indecentes intentos.
Todo concurre sin atender a la lógica.
Pero es tan razonable lo amargo,
que dormir en engaño es milagroso y fatal consuelo.
¿Es de tarde afuera, entrañable mirada?
Relátame la textura que te regala ese cielo.
Acerca el latido a la dorada inclemencia.
Ofréndame la frescura del pozo,
reflejo benigno de un estrépito azul.
Una oscuridad tan previsible y estrecha.
No alcanzar jamás aniquilación ni respuestas.
Tiempos múltiples e irreductibles tocan la esfera.
La propia lucidez burla la ineptitud de este tiempo,
algo se parte, y la fractura inaugura un esplendor equivocado.
Tú, inconmensurable océano, ¿retienes la mancha de
las ineludibles transformaciones? ¿Es sólo condena este tránsito,
o el sentido mayúsculo se apresta a emerger tras la noche?
¿hay moléculas convocadas que completarán el despliegue,
o el color de la sangre se diluirá en líquido absurdo? ¿Pueden
la fiebre y la fe desfigurar las sentencias? – Todo sigue su curso,
y la voz que interroga palidece ante el árbol, la lluvia, la selva.
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