miércoles, 6 de enero de 2010

YO NO SOY YO (por eso soy arqueo-antropóloga)

“Yo” no soy yo.

Hace tiempo lo sé, y hace tiempo me conmueve saberlo.
Ni siquiera es que yo no sea yo en relación a lo que aparece como real y presente en mi entorno inmediato o co-temporáneo. Yo no soy yo en absoluto, en ningún nivel de análisis -ni como molécula ni como mamífera ni como mono grande ni como sujeto-, y por eso es que este yo, que inevitablemente lleva sobre sí la carga o la bendición de una consciencia, necesita ampliar la comprensión –aunque a la hora final, resulte que mi esfuerzo fue una payasada, aunque me equivoque, aunque mis pretensiones sean fútiles e inconducentes-, este yo necesita leer las cuerdas que le ligan a la totalidad o a ciertos tramos, las miradas suspendidas en paisajes hace ya mucho abandonados por las gentes y las gentuzas, donde ojos fisiológicamente idénticos a los míos se posaron y se hicieron al unísono uno con el entorno, y hoy que ya no hay testigos, pero si el rumor insistente de los andantes de esos caminos, de los observadores de esos paisajes, del frío y la sed de esos animales humanos que, después de todo, sobrevivieron a cualquier precio, para perpetuar la continuidad incomprensible que hoy me tiene aquí, frente a la pantalla o frente a mi pecho apretado, tratando de resolver algo, tratando de recuperar la cadena insondable que me sostiene, que me explica, que mi existencia permite, y aunque tantas tantas veces prefiera la muerte, lo cierto es que estoy aquí respirando, maquinaria indescifrable, fruto de una red de rutas que no pueden desenhebrarse, y si estoy aquí, lo menos que le debo a ese estar, es decirles a ustedes: yo, en ningún caso, soy yo. Y es por ello que procuraré traer a la mano la voz, la mirada, el testimonio posible de la amarga noche y la triunfal jornada de quienes me precedieron, y preservaron la extraña posibilidad de que hoy yo sepa, ante todo, que no soy más que la última nota destemplada del aullido humano, tan arduo, tan exquisito, y que sería muy desleal con ese caldo raro que hierve en mi pecho, si no comprometiera mis esfuerzos en dejarle claro al mundo, que sólo porque ellos existieron es que hoy tú te endeudas en La Polar, sólo porque ellos hicieron –con desigual suerte- la ruta de Cobija a Potosí o viceversa, es que hoy te pones la camisa –planchada por cierto- que tu capricho escoge, y es porque ellos se atrevieron a hacer mucho más que sobrevivir, y con una centésima parte de los recursos que tú y yo tenemos, que hoy puedes ser un buen cristiano, o golpear a tu esposa, o pasar unos días en Cancún, o evaluar que pasta de dientes prefieres para enjabonarte tu primate hocico.