Es entonces revivir el borde gris de la acera
Donde las aguas del riego de tarde se confabulaban para imitar al río
Nebulosa de plata naciendo, sin esquemas, retorna
Re - volverse necio y tenue, no saber otra cosa que las verdes hojas
Y su vegetal delicia revelando
Luciérnagas ajenas a la conciencia
Sin comodidad extasiante, y también lejos lo doliente
Mortandad plausible semejando una corona angélica
Las astucias desimplican de inmediato vanidades
Porque no se trata, en caso alguno, de ganancias
O de méritos
¿Qué se gana cuando la bola cristalina se apega al tronco
y no revela amplificada otra cosa que pasadizos habitados por seres inimaginables,
pero igualmente vivos?
¿Qué se gana?
Un crepúsculo pletórico de sabores
Pero tan distante del placer o la desgracia
Honda conmoción sin ideas ni fatales sorpresas
Qué común lo extraordinario,
Tan profundo en su despliegue
Y a la vez, tan febrilmente cotidiano.
Es curioso
Lo más alto de la divina gracia en ese entonces
No merecía aún el desvelo atormentado que, más tarde,
Llegaría a transformarse en la más cruenta –pero única posible- vía de retorno
a su dorado pecho
Lo más sabroso del paisaje abierto
No provoca ni evoca el hambre
No se tiñe de urgencia ilusoria
No acobarda ni se revela
En despliegues de deseos y añoranzas
Lo impecable de aquel aire cargado de milagro portentoso
No esclaviza a la suntuaria voluntad que ahora quiere
Torcer lo delicado en pos de inevitables desarraigos
Hubo algo
En cada llana estadía
Y en cada oblicua excepción
Que desterraba la duda y convocaba la espesa plenitud
Hubo algo en las noches celestes
Y en las relucientes jornadas del sol áureo
Que correspondía a la medida de lo perfecto, sin excusas ni sospechas
Algo en la campana veloz del que hacía retornar la estival dulzura
Algo en el ritual ígneo del abuelo hermoso que ya no sostenía las palabras
Algo en el camino noctámbulo que nos conducía continente arriba
Cada vez más lejos de lo certero amado
Y cada vez más cerca del paisaje de los astros que callados
Comunicaban cada brizna de lo inefable
Y en la más usual de las jornadas
El jolgorio de un mundo inclasificable podía entregarse
De tal modo que los ojos, las rodillas y las reverencias
Se embrujaban en la encendida paz de ese secreto:
Secreto que no es mío, sino de esa lucidez suprema, innombrada
Secreto de la copa baja, amable, de los árboles
De un acantilado cuya magnitud rebasaba los tamaños
Y las futuras desgracias del pequeño, tierno cuerpo
Secreto abierto, pero jamás revelado
Accesible, mas nunca explicable
Cada tramo, cada aspecto de las cosas
Reanudaba esa totalidad ahora esquiva
Y el aroma explosivo del mar que estrella en las rocas
Y baña con su bautismo salino a los paseantes
Allí, ese ser indudable, canal de eternidades siemprevivas
Apoya su piel de ágata sobre los muros
Y reconoce en el más burdo asfalto
La sombra que le corona, angélica, sonriente
Revela la inocencia sin valoraciones ni ventajas
Capaz de encontrar un reflejo mísmico que, con la historia, se volverá señal al corromperse
Porque no había indicios
Y menos símbolos
En aquel jardín mitológico donde germinó lo verdadero
El vestido espumoso, las humillaciones del ancho mundo
Las noches en que, al levantar las tapas, revelaban bajo el abrigo una luz inesperada
Y esta mano testimoniando
Misionera incomprensible del retorno
Esta mano y esta pupila negra
Abalanzándose sin saber pero sin treguas
Hacia la patria falsa de los anhelos
¿Qué, de lo que hay ahora, estuvo presente entonces?
Todo, supongo, bajo la forma de semilla
Aunque nada de esto hubo, realmente
Ni juicio alguno ni certeza
Ni voluntad alguna ni mentiras
Ni autoritarios propósitos esclavizantes
Ni euforia ni miseria
Ni preguntas ni respuestas
Ni esplendores que trascendieran el saber las hojas
Y la frecuencia que estalla en su color
Las copas de los hogares arbóreos
Los fuegos encendidos en la roca
La entereza de una vida alucinada, aunque inconsciente
La esplendorosa fábula del viento abierto
Que hoy nos tienta con su inmaculado peligro
Para acunarnos otra vez en su pecho.
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