Tengo tanto miedo, oh amor, de esta fiebre
nacida de la insurrección y la ternura desgarrada de mis años en círculo,
cuando supe que moriría no sabía que sería tan prolongada esta agonía, cuando
rocé la profundidad de este milagro que se abría, ignoraba que las espinas
entrarían en mi carne con tanta fiereza y tan grande impiedad. Es imposible
ahora deshacer el nudo donde se entretejen tu cálida presencia y tu sórdida
distancia, mi delicado frenesí y mi insistencia en la añoranza. Preferiría, ay,
cómo preferiría no haberme entregado a esta locura… cómo preferiría vivir a
medias que oscilar entre lo deslumbrante y la penumbra.
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